sábado, 23 de enero de 2010

Reverte i la idea d'un món domesticat


Hi ha dues persones en el panorama periodistic actual que em mereixen l’admiració i el respecte més absolut. Carlos Boyero crític de cine del País i Arturo Pérez Reverte, escriptor i ex-corresponsal de guerra.

El primer el podeu llegir a la pàgina web del país i cada dijous al migdia fa unes entrevistes digitals en què es poden fer preguntes i on sobretot es treuen recomanacions molt bones sobre llibres, pelis i whisky’s. És un cínic pur, de tornada de tot, gaudeix de la seva soledat i té una de les millors feines del món: crític de cinema. Les seves crítiques són totalment personals, no es plega a les opinions mainstream ni a cinemes alternatius. Simplement alaba tot allò que el fa sentir i critica tot allò que és pretenciós o banal. Té molts detractors i segurament en part s’ha creat un aura i un personatge que potser no és del tot real però m’agrada el seu estil i us el recomano.



A Arturo Pérez Reverte no li fan falta les presentacions. És un escriptor prolífic i un periodista que es va fer famós per les seves cròniques des de Sarajevo en plena Guerra dels Balcans. De la seva obra no em convençen les seves noveles contemporanies però en canvi Alatriste és una absoluta obra d’art. Només per l’ús de la llengua Alatriste ja mereix tota alabança i si sobretot entreté com ho fan les aventures d’aquest antic soldat de Flandes millor que millor.

Reverte però també és un opinador d’actualitat des del seu blog Patente de Corso. Les seves opinions acostumen a ser molt radicals, molt pròpies i molt dures, però m’agrada. Sempre toca la tecla adequada i a pesar que a vegades pot semblar un “facha” té massa personalitat per plegar-se a idologies barates,.Com, Boyero, Reverte té opinió propia, carrega contra tot allò que per ell ha pervertit la societat actual, tot lo políticament correcte i fa la sensació que anyora la marcialitat de societats antigues. Això si, sempre desde un discurs cultíssim i amb un “punch” que no es troba en el periodisme actual.

Tota aquesta parrafada per posar-vos aquest fragment de l’article de Reverte que parla sobre un tema que jo sostinc des de fa temps. Que si, segrestos, que si morts que si governs occidentals salvant a incautes a paísos perduts de la mà de deu… (compte que això no té res a veure amb Haití eh?!) en fi… llegiu i disfruteu…

“Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá –de sirios y troyanos, oí decir el otro día–. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí –imagínense cómo se agobian éstas– y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa.”



I acabo amb una cita del mateix reverte en el mateix to de l’any 2006 que ja em va cridar l’atenció en aquell moment.

“Cuando salí de mi casa con una mochila ya había traducido a Homero y a Virgilio y a Jenofonte y sabía lo que era Troya y quién fue Ulises y como eran los dioses a los que no se les puede pedir responsabilidades. Con ese bagaje, cuando empezé a formularme preguntas sobre las guerras de las que era testigo, cuando empezé a ser permeable, a contaminarme de la guerra en el sentido de que percibo que empieza a afectarme en lo personal, recurro a los clásicos y me digo: no te horrorices, macho, que esto es Troya, que todo esto ya pasó hace tres mil años. Mi formación no actuó como anestesia, sino que me ayudó a asumir la realidad. ¿Cómo asumirán la realidad del horror los jóvenes que no llevan Troyas en sus mochilas? Es una pregunta interesante... creo que la asumirán con u na desolación enorme. ¿Que les pasa a esos chicos cuando caen las torres gemelas, cuando Milosevic golpea, cuando un terremoto asola...? ¿Qué pasa por sus cabezas cuando ven que toda su familia, su juventud, toda su vida se van al carajo en un ¡pum!? ¿Con qué mecanismos de salvación van a protegerse del horror de la realidad, del campo de minas en el que vive el ser humano? Les estamos dejando desnudos, vulnerables frente a un mundo que es muy peligroso, muy hijo de puta, un territorio muy hostil, simplemente malvado. El universo no tiene sentimientos, mata sin pasión, que esa es otra. El ser humano mata por lujuria, por ambición. Pero el universo mata porque ese dia toca volcán, terremoto, tsunami.... y a tomar por saco, ¡pum!, y Pompeya se hunde en la miseria.”

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